¡Que
vergüenza! Dice el cartel de una mujer en medio de los manifestantes reunidos
en la intersección de San Diego y Santa Isabel, este frío domingo de junio,
para expresar lo que provoca el que pueda realizarse un homenaje a Pinochet con
protección de inmensos recursos del Estado, casi 40 años después del golpe
militar.
Roberto
Dorival, tiene un hermano detenido desaparecido y es integrante del colectivo
Londres 38. “Si tuviésemos verdad y justicia
para todos los nuestros y una Constitución democrática, un homenaje a Pinochet
importaría poco, daría lo mismo, pero en las actuales condiciones es una
afrenta y también un llamado de atención al mundo de los derechos humanos”, señaló.
Son
las 10:00 y de a poco comienzan a juntarse centenares de manifestantes con
banderas y letreros con rostros de detenidos desaparecidos y ejecutados.
Mientras, férreos cordones policiales de Fuerzas Especiales -FFEE- rodean el
teatro Caupolican como si estuviesen agotadas las entradas para Los Beatles o
Fito Páez. Ya se sabe que buses han llegado desde muy temprano con asistentes y
Av. Matta se convierte en el estacionamiento más inmediato de este particular
espectáculo en el mítico Caupolican, que quizás luego se merezca un sahumerio
de “limpieza”. Todas las garantías y todas las seguridades para “ver una
premiada película”. A esta hora ya se sabe que habrá representantes de grupos
pro franquistas y gusanos de Miami.
Los
manifestantes permanecemos encajonados y rodeados en un par de cuadras de San
Diego, con policía montada, carros de agua, lanza gases y varios cientos de infantería
policial. Aquí, esta reunido el mundo de los derechos humanos oxigenado
por jóvenes con banderas negras, roja-negras, mapuches, del PS y del PC,
del colegio de profesores, del PTR y chilenas, por cierto. No han llegado
dirigentes políticos. A eso de las 12:00 hay sobre 1500 personas y muy
pronto comienzan las escaramuzas, un herido es sacado en ambulancia
mientras se escuchan diversos gritos: ¡Pinochet CNI asesinos del país!, ¡Pacos
cafiches del Estado!
Abuelas
con las fotos de sus hijos al pecho. Y en el ambiente se nota que está reunida
mucha rabia porque han pasado 22 años desde el término de la dictadura, para
otros 40 desde que comenzó, y aquí vamos y estamos. O la curación quedo mal
hecha, o nunca ocurrió. O simplemente no se puede, esta viva y aún late.
Violadores de los derechos humanos quedando libres por beneficios carcelarios
mediante condenas que siendo rebajadas no se cumplen y el tiempo que se cumple
sucede en penales especiales. Parece que esta transición ha resultado demasiada
magnánima.
El
joven rostro de la detenida desaparecida María Teresa Eltit lo portan esta
mañana otros jóvenes estudiantes de Trabajo Social de la Universidad Academia
de Humanismo Cristiano. También están los de Víctor Díaz y Bautista Van
Shouwen, el de Blanco Tarres y Alcibiades Valenzuela, María Victoria Toro y
Juan Eladio Ulloa, el de Abel Carrasco Vargas y muchos otros. El canal de
televisión Megavision realiza una transmisión como si tuviese el auspicio de la
Fundación Pinochet, en Eyzaguirre con San Diego son expulsados por
manifestantes.
La sociedad chilena parece requerir
de periódicas mediciones en relación al grado de vigencia del pinochetismo,
el nivel de aceptabilidad o como se ha movido el barómetro de la
reconciliación en esta dilatada transición, que parece no tener fin o haber ya
dado todo lo que le fue posible. Porque a fin de cuentas de eso se trata: el
nivel de pasividad y felicidad de los y las chilenas con la transición. La
justicia y verdad de las violaciones a los DD.HH alcanzada en Chile a 22 años
del fin de la dictadura es una medida, la educación otra y así sigue la
historia. El recuento es duro y pormenorizado. ¿Los restos de
cuántos detenidos desaparecidos ha sido posible rastrear y ubicar
fehacientemente? ¿O cuánta verdad sustentable tenemos sobre todos los crímenes
de la dictadura? Los actos pro Pinochet son un scanner a la sociedad chilena y
ello se aprecia en los silencios y en los pronunciamientos como hemos apreciado
en las ultimas semanas
Son
las 12:00 horas y ya se conocen declaraciones del presidente Piñera diciendo que el también fue un
opositor a Pinochet y del vocero de gobierno ministro Chadwik que se
arrepiente de haber colaborado con un gobierno que violó los derechos humanos.
En torno al Caupolican varios miles de manifestantes se enfrentan con el cerco
policial de centenares de Carabineros de FFEE que protegen este
homenaje-espectáculo. Semáforos, escaños y todo lo que había de mobiliario
público alimenta las barricadas y fogatas que rodean un perímetro de unas diez
cuadras. Impensable en junio y sin mediar movilización estudiantil. Pero el
cerco y hostigamiento a miles de manifestantes provocan reacciones que no
podían dejar de prever quienes autorizaron esta reunión de pinochetistas para
ver una película.
“Beto”
Rodríguez Gallardo es un sobreviviente del caso represivo conocido como
“Montaje de la Rinconada de Maipú” donde fueron ejecutados varios integrantes
de su familia el entonces Cuartel “Terranova”, hoy Villa Grimaldi. Ya esta
mojado por el carro lanza agua de FFEE y manifiesta: “el movimiento de derechos humanos se va a oponer a todos los esfuerzos
de los milicos por salir en libertad. No vamos a permitir leyes de indultos,
van a tener que cumplir sus condenas, porque los vamos a ir a buscar a sus
casas”.
En
una reja metálica en San Diego con Eyzaguirre hay un cartel de papel que dice:
“Ni perdón ni olvido en Villa Francia por los 14 asesinados por
Pinochet”. Muy cerca jóvenes enfrentan a los piquetes de FFEE que
intentan inútilmente proteger a despistados que con su entrada se aproximan al
espectáculo.
La
periodista Agueda Sáez, viuda del dirigente del MIR Jecar Neghme, afirma: “esta manifestación es un gesto mínimo de
dignidad, cada metro de democracia fue producto de la lucha en dictadura y no
se los vamos a ceder a quienes torturaron y mataron, ellos se merecen este
repudio. Lo que hoy pasa revela todo lo que falta para terminar con la herencia
pinochetista”.
El
busto de Luis Emilio Recabarren, líder del movimiento obrero en los primeros
años del 1900, observa los enfrentamientos entre manifestantes
antipinochetistas y la policía desde su monumento en la Plaza Almagro. Muy cerca
grupos de jóvenes secan sus ropas mojadas por el carro lanza agua en las
barricadas encendidas por San Diego.
Isidora
González es dirigenta secundaria de la ACES, y se encuentra junto a decenas de
sus compañeros en medio de la manifestación. “Aquí se ve como nuevamente los recursos del Estado están en función de
proteger asesinos y en contra del pueblo. Creo que la mayoritaria presencia de
juventud revela como la memoria crece y se reconstruye y como el traspaso entre
generaciones se sigue dando”, cuenta.
Dan
las 14:00, comienza la evacuación de los asistentes a esta mañana de película.
Fuerzas policiales disponen barras papales y un callejón oscuro para
protegerlos, pero pareciera que nada es suficiente, centenares de jóvenes ya
han rodeado el perímetro del Caupolican.
Grupos
de asistentes al acto homenaje salen escoltados `por organizados
grupos neonazi desde el interior y se enfrentan a los manifestantes con
lumas retractil y mostrando cuchillos.
Son
las 15:00 hrs. En la posta central hay varios manifestantes heridos, algunos en
calidad de detenidos. En tanto desde las afueras del teatro Caupolicán
son perseguidos por manifestantes algunos asistentes al ser reconocidos y
corren humillados a protegerse.
En
un taxi busca huir sin ser reconocido el ex ministro de Pinochet, Alfonso
Márquez de la Plata. Su taxi es reconocido por los manifestantes y muy
dificultosamente logra salir de la multitud que cerca completamente la salida
de los cerca de 1000 asistentes que recuerdan y reivindican al dictador. Se
escuchan disparos y periodistas tienen el registro.
Todo
indica que condiciones para homenajes a Pinochet no hay, hoy lo dijeron
varios miles de manifestantes en Santiago, mientras se replicaba el
rechazo en otras ciudades de Chile y el extranjero. Por mi parte ya me he
retirado, y no puedo dejar de recordar esas calles donde anduvimos con mi
hermano Gastón, asesinado por la CNI en septiembre de 1986.
Ignacio
Vidaurrázaga, periodista
Santiago 10 de
junio 2012.